QUIERO QUE MI HIJO SEA FELIZ
Cuando una se vuelve mamá, intenta ser perfeccionista en todo, y con justa razón porque deseamos lo mejor para nuestros peques; y ahí es cuando nos preocupamos por darle la mejor nutrición, el mejor pañal y lo mejor de lo mejor.
Dejamos de ser una persona, para convertirnos en dos. Siendo esta extensión una de las más importantes de nuestras vida. Pero no somos las única en el mundo materno, que busca ser “perfectas” y justo aquí es cuando empiezan las competencias entre otro niños o peor aún, hasta con adultos.
¿Tu hijo aun no habla? ¿No va a estimulación temprana? ¿Aún se pasa a tu cama? En mis cortos 2 años como mamá de estreno, me he topado con muchísimos comentarios de amigas, familiares, etc. (algunos bien y otros súper mal intencionados) que solo cuestionaban mi actuar y hasta el de mi hijo. Que no debería tener chupón, que ya debería armar oraciones largas, que no debería estar en brazos, que ya debe dejar el pañal. Y poco a poco se vuelve en una competencia por el premio a “la mejor madre” o al “mejor hijo” pero es realmente esto ¿Lo que queremos?
Me puse a investigar. A leer sobre la autoestima, sobre el apoyo de la familia y los logros. La felicidad no consiste en complacer al resto (ya sea tu familia, amigos o desconocidos), la felicidad consiste en esa sensación de bienestar y satisfacción por lo que uno es y lo que ha hecho. La felicidad es y debe depender solo de uno mismo.
Por eso ahora poco a poco estamos identificando esas situaciones, que dicho sea de paso nunca dejarán de existir, pero que al saber identificarlas podemos evitarlas. Porque seamos conscientes, algunas veces nosotras somos las que juzgamos o comparamos a los otros niños con los nuestros. Tenemos que tener siempre presente que no todos somos iguales, no todos aprendemos igual ni mucho menos al mismo tiempo. Aprendamos a vivir con ello, no somos mejores si hacemos algo antes que el otro, y si lo hacemos antes podemos enseñar al resto como lo hicimos pero sin ninguna presión. Aprovechemos mejor el tiempo con nuestros hijos para darles amor y muchas risas; y así fomentar una buena autoestima.
Yo no quiero que mi hijo sea perfecto, yo quiero que mi hijo sea libre, que tenga sus propios pensamientos y que de vez en cuando haga lo contrario a lo que le pido y así pueda el enseñarme a mí, de esas cosas que cuando nos ponemos la etiqueta de padres, pensamos que ya no podemos aprender más. Quiero un hijo que se caiga y sepa levantarse, que se equivoque y sepa detectar porque falló; quiero un hijo fuerte que sepa lo que es perder y pueda disfrutar de lo que es ganar. Que su felicidad dependa solo de él y que brille tanto que pueda contagiar esa luz al resto. Quiero que mi hijo sea realmente feliz.
Dejamos de ser una persona, para convertirnos en dos. Siendo esta extensión una de las más importantes de nuestras vida. Pero no somos las única en el mundo materno, que busca ser “perfectas” y justo aquí es cuando empiezan las competencias entre otro niños o peor aún, hasta con adultos.
¿Tu hijo aun no habla? ¿No va a estimulación temprana? ¿Aún se pasa a tu cama? En mis cortos 2 años como mamá de estreno, me he topado con muchísimos comentarios de amigas, familiares, etc. (algunos bien y otros súper mal intencionados) que solo cuestionaban mi actuar y hasta el de mi hijo. Que no debería tener chupón, que ya debería armar oraciones largas, que no debería estar en brazos, que ya debe dejar el pañal. Y poco a poco se vuelve en una competencia por el premio a “la mejor madre” o al “mejor hijo” pero es realmente esto ¿Lo que queremos?
Me puse a investigar. A leer sobre la autoestima, sobre el apoyo de la familia y los logros. La felicidad no consiste en complacer al resto (ya sea tu familia, amigos o desconocidos), la felicidad consiste en esa sensación de bienestar y satisfacción por lo que uno es y lo que ha hecho. La felicidad es y debe depender solo de uno mismo.
Por eso ahora poco a poco estamos identificando esas situaciones, que dicho sea de paso nunca dejarán de existir, pero que al saber identificarlas podemos evitarlas. Porque seamos conscientes, algunas veces nosotras somos las que juzgamos o comparamos a los otros niños con los nuestros. Tenemos que tener siempre presente que no todos somos iguales, no todos aprendemos igual ni mucho menos al mismo tiempo. Aprendamos a vivir con ello, no somos mejores si hacemos algo antes que el otro, y si lo hacemos antes podemos enseñar al resto como lo hicimos pero sin ninguna presión. Aprovechemos mejor el tiempo con nuestros hijos para darles amor y muchas risas; y así fomentar una buena autoestima.
Yo no quiero que mi hijo sea perfecto, yo quiero que mi hijo sea libre, que tenga sus propios pensamientos y que de vez en cuando haga lo contrario a lo que le pido y así pueda el enseñarme a mí, de esas cosas que cuando nos ponemos la etiqueta de padres, pensamos que ya no podemos aprender más. Quiero un hijo que se caiga y sepa levantarse, que se equivoque y sepa detectar porque falló; quiero un hijo fuerte que sepa lo que es perder y pueda disfrutar de lo que es ganar. Que su felicidad dependa solo de él y que brille tanto que pueda contagiar esa luz al resto. Quiero que mi hijo sea realmente feliz.
0 comentarios: